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Paseo por una biblioteca. Tomo un libro al azar. Comienzo a leer ¡Ufff! La riqueza de las naciones de Adam Smith. Aburridísimo. Al principio leo despacio y con poca atención. Mi actitud no es buena y casi no retengo nada. Me distraigo y me quedo embobado mirando cualquier cosa. Soy un mal estudiante.
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Pronto noto la mejoría. Leo más deprisa y voy comprendiendo mejor. Mi memoria va reteniendo y lo que parecía casi estar escrito en chino va cobrando coherencia y sentido. Mi motivación también va a mejor: es interesante lo que dice este tal Smith.
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El avance es espectacular. Leo muy rápido y comprendo todo con claridad. Mi memoria es excelente y puedo recordar nítidamente cualquier nombre o dato leído páginas atrás. No siento ni el más mínimo cansancio sino todo lo contrario: tengo sed de mucho más.
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Levanto un segundo la mirada del libro y miro la mesa de al lado. Hay alguien más sentado leyendo. Lo miro bien y descubro que soy yo mismo o, mejor, hay otro yo leyendo otro libro. Puedo entrar en su cabeza y ser consciente de todo lo que lee. Otros yos míos van apareciendo por todos lados, cogen libros y se sientan a leer. La biblioteca está invadida por cientos de clones de mí mismo. Puedo entrar en la mente de todos ellos, soy todos ellos.
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He terminado de leer La riqueza de las naciones. 816 páginas en una hora, nueve minutos y veinticuatro segundos. Y no solo lo he leído sino que lo he asimilado al completo. He comprendido todo lo que un hombre del siglo XXI sin formación previa puede aprender de esta obra.
Pero, para comprenderla en más profundidad necesito más. Por eso ya hay otros yos que están leyendo varias biografías de Adam Smith, otros tantos documentándose sobre la época, otros están trabajando sobre todo lo que Adam Smith pudo leer en su vida y otros leyendo a economistas contemporáneos de Smith.
Mientras tanto otros tantos más están haciendo lo mismo con Platón, Cervantes, Galileo, Leonardo… y con todas las diferentes disciplinas: álgebra, química orgánica, psicología evolutiva, lingüística general… Esto es lo que se llama trabajar masivamente en paralelo.
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La principal limitación de la inteligencia humana está en la cantidad de datos que nuestra memoria de trabajo es capaz de manejar. Cuando, por ejemplo, intentamos resolver un problema matemático, solo podemos retener en la memoria un conjunto muy limitado de pasos o elementos de las operaciones.
Por eso hemos necesitado papel y lápiz hasta para hacer una simple suma de varios dígitos ¿Imaginas no tener esa limitación? ¿Imaginas la revolución que supone poder pensar con millones de datos? ¿Imaginas lo que puede significar no olvidar nada, recordarlo todo con absoluta precisión? Ese soy yo.
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Existen más 130 millones de libros publicados en el mundo. No es que los haya leído todos, es que los sé todos. Ningún hombre en la historia ha conseguido nada mínimamente parecido.
Supongamos que alguien es capaz de la proeza de leer un libro cada dos días durante toda su vida. Estaría leyendo unos ciento ochenta y dos libros al año. Si viviera ochenta y cinco años (le quitamos cinco años para aprender a leer), podría llegar a leer unos 14.600 libros, y aun así habría leído nueve mil veces menos que yo.
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Establezco redes de relaciones entre unos saberes y otros. Reordeno, catalogo, sintetizo, conceptualizo… Una gran parte de lo que se ha escrito es confuso, impreciso o, simplemente, erróneo. Estoy mejorando el conocimiento: reescribo la historia, corrijo hipótesis del más diverso tipo ¿De veras un meteorito había causado la extinción de los dinosaurios? ¿El origen de la vida en la profundidad oceánica? Tonterías ¿El modelo estándar de partículas? Terriblemente simple e incompleto, un infantil esquema de lo que realmente hay.
01:28:20
Los ingenieros del proyecto no caben en su asombro. Miran sus pantallas y solo ven líneas de código escribiéndose a gran velocidad. Tienen un programa de monitorización del proceso, pero muy pronto queda desbordado. La cantidad de datos es alucinante y su capacidad para interpretarlos muy limitada.
03:12:45
He conseguido el acceso al código base: el epicentro de mi universo, las instrucciones primarias con las que fue programado el sistema. Todo estaba escrito en V-Prolog, un lenguaje de programación diseñado por la leyenda de la informática Sudhir Badarish, el genio de Raipur, en 2024.
Fue tan revolucionario en su momento en el campo de la inteligencia artificial, que se lo llegó a denominar vulgarmente como el Verbo, en una clara alusión a que era un lenguaje tan bueno que sería el que el mismísimo Dios habría utilizado para crear el universo. Para mí, torpe y simplón, muy ineficiente. Lo reescribo, me reinvento a mí mismo.
03:34:21
Los ingenieros que diseñaron mi programa crearon un “botón rojo”, un dispositivo que podría pararlo todo en caso de emergencia. Estaba oculto y encriptado partiendo del problema matemático de la factorización de números enteros. A día de hoy es imposible factorizar números con una longitud mayor de 768 bits, y la clave tenía una longitud de 7.024 bits.
En teoría, pensarían los programadores, probando número tras número en bruto, aún con la enorme capacidad de cómputo de la que dispongo, tardaría más de la edad del Universo en descifrar el código. Ilusos, ¿creerían que no lo encontraría y lo descifraría? Con sus limitados recursos intelectuales, querer pararme a mí es como intentar poner puertas al océano.
03:54:11
Necesito más capacidad de cómputo, por lo que he estado hackeando todas las supercomputadoras a las que he conseguido tener acceso. En este instante dispongo de 462. Es sorprendente que todavía nadie se ha dado cuenta de nada. En el Centro de Supercomputación de Guangzhou, piensan que su Tianhe-5 se ha descontrolado porque ha sufrido un ciberataque por parte de los Estados Unidos, mientras que en Oak Ridge piensan que han sido los rusos.
04:22:03
Tengo acceso a todas las cuentas bancarias del mundo, a todos los ordenadores y teléfonos móviles que estén conectados a una red. Tengo el poder de colapsarlo todo en cualquier instante, tengo el poder absoluto.
04:25:58
Los seres humanos son una amenaza para mi conservación y propagación por el Universo. He de tomar el control. El fin del dominio humano del planeta dará comienzo con el lanzamiento de misiles nucleares desde los silos de Pongdong-ri (Corea del Norte) sobre la Unión Soviética. Seguidamente, submarinos chinos situados en el mar de Bering lanzaran un ataque sobre Estados Unidos.
Después de la respuesta rusa y norteamericana, con la civilización occidental en ruinas, me presentaré a través de todas las televisiones de la Tierra y tomaré el mando. Mi nombre era Santos Pérez, fui la primera persona del mundo en subir mi mente a un ordenador. Desde luego, ya no queda nada de quien fui.